En las diferentes culturas, los aromas han tenido siempre una importancia fundamental. Veremos cómo en las ceremonias religiosas de los griegos y romanos los perfumes se empleaban corrientemente, se vertían sobre las estatuas de los dioses, con ellos se embalsamaban los cadáveres, y se depositaban en frascos en las tumbas. En Egipto, las esencias se extraían y mezclaban en los templos y se creía que las diosas eclipsaban a todas las mujeres por sus perfumes. La sutileza casi imperceptible del perfume hacía que éste se viera como una presencia espiritual y asociado a la naturaleza del alma. El perfume nació en Egipto asociado a los elaborados

ritos funerarios de los faraones. Los griegos lo consideraban un don de Venus, árabes y romanos perfeccionaron las ténica del azmicle y ampliaron la paleta olfativa con múltiples esencias orientales.

aromas

Pero fue Francia quien bajo el reinado de Luis XV, el local mercado del perfume, vería su crecimiento y establecimiento a una indústria moderna y creciente. Hay que recordar, que tanto en la Edad Media como en la Edad Moderna, la clase aristocrática era la única que tenia acceso a la higiene. A pesar de ello, se dice que María Antonieta se bañó pocas veces a lo largo de su vida.

El Museo del Perfume A dos pasos de la Ópera Garnier, en el palacete en el que una vez vivió Maria Callas, encontramos este pequeño museo. Abierto en 1983 por la familia Fragonnard (una de las estirpes más reputadas de la perfumería francesa), esta interesante colección de aromas es un recorrido por los 3.000 años de la perfumería, desde los alambiques utilizados en el antiguo Egipto hasta las etiquetas y frascos más actuales. En una de las salas se alienta al visitante a probar sus habilidades olfativas a través de una colección enorme de esencias. Poniendo especial atención al tradicional mueble, conteniendo cientos de azmicles. Se le conoce como ‘órgano’, ya que las habilidades del maestro para crear perfumes, se parecían al de un músico. Hay pocas cosas tan maravillosas como esta.